El comienzo



La noche empezó a volverse verdaderamente desagradable cuando tu regalo de halloween intentó matarte.

Una forma un poco brusca de comenzar una historia, eso no se puede negar; pero tú no querías tener nada que ver con el incidente. ¿Es que alguien te preguntó, relajado como estabas en el mullido sofá, dispuesto a pasar una tranquila noche sin dar un palo al agua, si querías algún tipo de sobresalto fuera de lo normal? Claro que no, y la respuesta hubiera seguido siendo negativa aunque lo hubieran hecho.

Pero la realidad es que, mientras pulsabas con insistencia los botones del mando de la tele, alguien aporreó la puerta. ¿Quién podría ser a esas horas, después incluso de la hora de cenar? Como los golpes no paraban y resultaban un poco molestos, te levantaste del sofá con pesadez y te acercaste a la puerta de entrada.

— ¿Quién va? –preguntaste. Una vocecita te respondió a través de la puerta:

— ¡Reparto!

No recordabas haber pedido nada a domicilio, pero abriste la puerta de todos modos. Allí encontraste a un sujeto de corta estatura, vestido con un chándal rojo de pies a cabeza. Llevaba la capucha de la sudadera puesta sobre los ojos, con lo que te preguntaste cómo era capaz de ver por dónde pisaba. El individuo sonrió, sosteniendo una cajita de cartón entre las manos.

— ¿Eres del Telepizza? –preguntaste dubitativo.

—No, no, nada de pizzas –se apresuró a decir el tipo. De pronto, su tono de voz se elevó y comenzó a gesticular mientras enunciaba con entusiasmo: – ¡Tengo el honor de anunciar la apertura del nuevo bazar multiétnico del Maravillantástico Míster Misterigmáticus! ¡Abierto toda la noche, siempre a su servicio! Encuéntrenos en la calle Cripta número 7. Tenemos todo lo que necesitas, todo lo que aún no sabes que necesitas y todo lo que algún día necesitarás. Aquí tiene un obsequio gratuito de propaganda.

—Vaya, gracias –murmuraste, agarrando la caja que el caballero bajito te ofrecía.

Él no respondió. Sin mediar más palabras, se despidió de ti con una reverencia presuntuosa y se dio la vuelta, echando a caminar hacia la niebla de la noche con las manos en los bolsillos.

Tú entraste en casa, cerrando de nuevo la puerta. Abriste la caja con curiosidad para ver qué tipo de obsequio estaban regalando los del bazar nuevo. Descubriste entonces una pequeña calabaza de plástico, de esas que tienen una tapa en la parte superior para guardar caramelos.

—Claro, ya sólo falta una semana para halloween –recordaste –. Deben de estar vendiendo cosas de decoración.

Sujetaste la calabaza en las manos y te diste cuenta de que pesaba mucho para ser de plástico. ¿Es que venía ya llena de caramelos? ¡Qué detallazo por parte de Míster Misterigmáticus! Sin esperar un segundo, abriste la tapa de la calabaza para atacar los dulces. La guinda perfecta para lo que tenía pinta de ser una noche perfecta.

Pero no había dulces en tu regalo. En lugar de eso, algo negro saltó rápidamente del interior de la calabaza y se aferró a tu cara.