Donde hay un humano hay un tesoro

—Eh, eh, eh, eh —repites como un ganso —, ¿A qué viene eso? A mí no me vayáis a meter en más líos. Yo sólo quiero volver a casita y descansar largo y tendido. Ni planes, ni extracciones de sangre ni nada por el estilo. Sólo dormir. Nada de sangre. 

—Tranquilo, esto no tiene nada que ver con la sangre. Podrás irte a casa, desde luego —confirma la reina con una sonrisa maliciosa. Con esa mueca sus colmillos parecen todavía más repugnantes —. Pero, de camino, tendrás que hacer una tareílla para nosotros… 

Por mucho que se esfuerce en poner una voz dulce y persuasoria, sigue sin gustarte un pelo la idea. 

—La verdad, majestad, el hombre parece bastante confuso —interviene Marion mirándote con los ojos entrecerrados —. Creo que ni siquiera se da cuenta de todo lo que está pasando allí afuera. 

—Claro que me doy cuenta de lo que está pasando —te defiendes airado. Que pongan en duda tu percepción de la realidad… ¡Qué se habrán creído! —. Los precios de las antigüedades están subiendo exponencialmente, es de locos. La lámpara que tengo en el salón me costó un ojo de la cara, y eso que eran tiempos mejores. Ahora costaría el triple. 

Silencio incómodo. 

 —¿El paro está… muy alto? 

Otro silencio incómodo. Parece que tampoco van por ahí los tiros. 

—Mejor deja que te ponga al corriente, anda —la reina retoma la conversación como si nada hubiera pasado. Acto seguido comienza a narrar con el tono de voz de una abuela nostálgica —. Todo empezó hace siglos, literalmente, en esta misma ciudad. Yo estuve allí para presenciarlo todo; nuestro antiguo mundo, el mundo de lo paranormal, sufrió una extraña fusión con el mundo real en el que nos encontramos hoy, y todas las criaturas paranormales entramos en tropel en este nuevo horizonte que se nos presentaba. En comparación, esto era muchísimo mejor; había sitio para todos, no como en las estrecheces del mundo de lo paranormal, y había sangre de sobra para alimentar a todo el mundo. 

 »Pero entonces llegó el Ente. No sé cómo, pero ese ser conocía bien las complejidades que manejaban ese embrollo espacio-temporal que nos aconteció a todos. Se hizo con un pequeño grupo de vasallos paranormales y luchó con uñas y dientes para devolverlo todo a la normalidad. La guerra se desató en esta ciudad con todas sus fuerzas, e incluso se construyó un sistema de túneles para unir la parte alta de la ciudad, reconquistada por el Ente, con la caótica parte baja poblada de seres paranormales. Al final, las fuerzas del Ente pudieron con las de las criaturas extrañas, y éstas fueron obligadas a regresar a nuestro aburrido mundo anterior. 

»Nosotros, los vampiros, actuamos de forma distinta. No somos como los demás; usamos la cabeza, no solo nos guía el instinto del caos. Hicimos un pacto con el Ente; podríamos quedarnos en este mundo, alimentándonos de la sangre de las alimañas del subsuelo y gozando de libertad absoluta, siempre con dos condiciones; una de ellas sería que no podríamos, de ninguna de las maneras, volver a salir a la superficie nunca más. De hecho, sólo se nos está permitido dejar que un solo vampiro se encuentre en el exterior; dos vampiros fuera y se acabó nuestra libertad, viéndonos condenados a volver a nuestro apestoso mundo.

»La segunda condición sería proteger estos túneles de cualquier circulación paranormal. No debemos dejar que ninguna criatura extraña penetre a través de ellos hasta la parte alta de la ciudad, la cual es mantenida a salvo por el Ente desde su escondite oculto con la ayuda de sus siempre fieles vasallos. 

 —¿Y me habéis confundido con una criatura extraña? —preguntas, todavía considerando si creerte todo ese cuento o no. 

—Para nosotros lo eres —repuso ella —, pero ya me he dado cuenta de que sólo eres un humano atolondrado. Pero podrías haber sido algo peor. Ahora, nuevos tiempos corren y el tejido entre el mundo paranormal y el mundo real se ha vuelto a romper. Ésta vez ha sido obra de un ser terrible de procedencia desconocida, ese tal Misterigmáticus, que pretende sembrar el caos y liberar a todos los seres paranormales. Ya ha sembrado de monstruos toda la parte baja de la ciudad. ¡Quién sabe cuáles son sus motivaciones! Tampoco es cosa nuestra saberlo. Lo único que queremos es evitarlo. De ello depende la confianza que el Ente ha depositado en nosotros. De ninguna manera debemos permitir que se rompa. 

—¿Y yo qué corcho tengo que ver en toda esta película? 

—Pues ya que has tenido la desfachatez de allanar nuestra morada, nos vas a hacer un favor. Tenemos que dar la voz de alarma al Ente, transmitirle que la situación se nos está yendo de las manos y que Misterigmáticus se está haciendo con el control poco a poco. Sin embargo, para llegar hasta el Ente hay que penetrar las barreras de los guardianes de su escondrijo y éstos, por puro racismo, creo yo, nunca dejan pasar sólo a vampiros. Si vas tú, sin embargo, no tendrán problema en dejarte entrar y podrás hacer llegar al Ente nuestro mensaje y pedirle consejo sobre cómo actuar. Esa es nuestra misión para ti, humano desafortunado. 

—Bueno, no parece tan difícil —admites —. La verdad es que estoy harto de Misterigmáticus y del lío de sus criaturas sueltas por la ciudad. Llevan toda la noche dándome la murga. 

—No es nada difícil —confirma la reina con cautela —. La única pega es que es algo… bastante… peligroso. 

¿Peligroso? ¿Ha dicho “peligroso”?